erraol

Pienso que el viaje diario hasta el trabajo es una paliza pero también tiene sus recompensas.
Todos los días el autobús en el que venimos desde Huesca ha de cumplir unos requisitos para que nuestro viaje sea cómodo, no estoy hablando de sillones reclinables ni mejor o peor autobús, de eso nos toca de todo, si no de los requisitos que ha de cumplir el conductor, en el que todos nosotros depositamos cada mañana nuestras vidas, y es que ha de viajar con la emisora apagada y con la radio muy, muy bajito para que nosotros los viajeros nos sentemos en el sitio, casi lo tenemos ya fijo cada uno después de tanto tiempo..., bien como digo nosotros nos sentamos, nos tapamos con los abrigos y a dormir; yo me despierto justo cuando entramos en la gran ciudad, mi parada es la segunda, me pongo el abrigo, coloco el asiento en posición vertical, bufanda, guantes, si hace mucho frio y preparada para bajar.
Justo antes de terminar de cruzar el puente, todos los días el semáforo está rojo y hay que parar, pues la primera imagen consciente que fija mi retina despierta es la que he colgado, el rio Ebro a su paso por el Pilar, hoy había más luz, pero no he podido subir la foto que he hecho con el móvil, si puedo lo haré esta noche. Es un regalo para los ojos, cada día parece un paisaje diferente, cada amanecer está pintado con distintos colores, que se reflejan en el rio y en las piedras de El Pilar.
Realmente es un placer comenzar el día así.
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