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Paseábamos el domingo por los alrededores de Loarre y a la vez mi marido me iba explicando sobre urbanismo, calles nuevas, calles que son prioritarias, y en esas andábamos, él explicando y enseñándome y yo escuchaba obedientemente, pero una es como es y de vez en cuando me iba al paisaje y abandonaba la clase de urbanismo. Una vez que dimos la vuelta al pueblo cogimos el "camino de Santiago" y nos fuimos hasta la catapulta, esa cuesta me matará no tardando mucho, no soporto los desniveles bruscos, y me ahogo, jajaja ventolín porfavor, yo sé de dos que se parten con eso y cuando estemos en la Residencia seguirán riéndose a costa mía, pero para eso están los amigos, para reírse y hacerte reír. ¡Ya me he ido por los cerros de Úbeda!

Íbamos subiendo y los milanos nos hacían compañía en el camino, una vez que llegas a la fuente de Cantagallos ya no hay más falta de oxígeno, se impone disfrutar del camino. Que ¡qué bonitas las píceas! que que bien tomaron, que el almendro ya marca y alguna común ya empieza a florecer, que que tarde vienen este año... cosas de campo, y los milanos sobre nosotros planeando en el cielo azul, un cielo azul de primavera salpicado con alguna nube de algodón, la música de fondo la ponían ellos con sus reclamos y a lo lejos las bandadas de grullas que no se deciden a terminar de pasar la sierra, mala señal, significa que el frío no ha pasado.

Bajábamos ya por la carretera comentando que hasta ahora no han habido accidentes graves, pero que seguro que ahora que el trazado es menos peligroso, se correrá más y tendremos alguno que otro. Llegamos a la catapulta y una familia con abuelos, hijos y nietos estaban pasando el rato en el parquecillo de columpios.

Ya cuando llegábamos a las inmediaciones del pueblo no pude evitar acordarme al pasar por el puente de las violetas, seguro que aún quedan, y claro con las violetas recordé a las amigas de la infancia, a lo bien que lo pasábamos jugando por todas partes, cogiendo flores y llevándolas a la "pileta de la Virgen" en el camino del Viacrucis, en fin nostalgias de infancia. ¡Cuanto me han gustado siempre las violetas silvestres! su olor, ese anuncio de primavera anticipada, que aquí viene más tarde que en el valle.