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Añadir imagenEn realidad no son malas costumbres, lo dejaremos en costumbre, hubo un tiempo en el que fui fumadora, y como todo lo que hago lo hacía compulsivamente, a veces me encontraba un cigarrillo en cada cenicero echando humo, ese vicio lo dejé y creó que lo olvidé tras una recaída que casi me cuesta el divorcio del marido y de la hija. Me queda otra necesidad que es el café, soy cafeinómana, y ahora he reducido el consumo a una taza diaria de esa cosa que llaman aquí en el hospital café y que no es otra cosa que agua seminegra, y no he renunciado a mi vicio porque los fines de semana tomo café de cafetera de bar como Dios manda, y esto viene a que conforme cumplimos años el médico nos va quitando cosas, que si la sal, que si los excitantes,..., no pedí más explicaciones sobre esto no sea que me los quite todos, lo dejaremos en café, coca-cola y té, de maridos no dijo nada así que...

Hoy mientras desayunábamos, fruta, más específicamente albaricoque y sandía, hablábamos de que es posible enamorarse a los cincuenta y todos, y damos fé. Aaunque esto no es fácil, bueno enamorarse yo creo que sí lo es, lo realmente duro es asumirlo y obrar en consecuencia. Y así de pronto te encuentras compartiendo tú casa con un hombre, un hombre que por su puesto tiene unas costumbres adquiridas, como tu tienes las tuyas, un hombre que en la mayor parte de los casos viene a casa puesta y mesa puesta. Hay contadas excepciones y nos encontramos ante una de ellas, hay nuevas parejas que toman la decisión de comer fuera de casa, y así lo hacen, claro que esto también tiene sus inconvenientes porque después de media vida a pechuga, lechuga, pues ahora sales todas las noches a cenar y claro no puedes pedir en el restaurante una ensalada triste y una pechuga a la plancha sin guarnición, porque es una solemne estupidez, entonces lo mejor es asumir que el enamorarse a una cierta edad y empezar a convivir juntos trae consigo un aumento de kilos, también, algunas veces hay que saber mirar para otro lado cuando el contrario hace algo que no es de nuestro gusto, pero eso no es malo, solo hay que mirarse la cara en el espejo y ver como las arruguitas han ido desapareciendo proporcionalmente al movimiento físico compartido, lease baile, así que podríamos decir que estamos en una situación en la que la felicidad ha llegado de nuevo a nuestras vidas y digo yo que ¿a quién le interesa que te hayas engordado media docena de gramos y peses y 58,5 kilos, cuando la felicidad te desborda por los ojos y la sonrisa? Bienvenidos sean los kilos de más y las ganas de disfrutar de una buena mesa entre otras cosas.

Buenos días chicas.