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En un pueblo recóndito del Pirineo, había una vez una niña que era hada y ella lo sabía, pasó su infancia entre algodones y poco a poco fue creciendo entre juegos, cantos y risas.

Una vez llegó hasta su pueblo un niño gordito, todo mofletes y muy gracioso, porque pronunciaba la "r" como si fuese una "g" y ella cayó rendida a sus pies, era más pequeño, pero eso no tenía mucha importancia cuando se trata de correr por el monte y descubrir tesoros entre los árboles. Disfrutaban de su mutua compañía bajo la atenta mirada de hermanos mayores y padres, se hicieron grandes amigos y así fueron gozando el día a día, cruzaban mares en barca, un día eran grandes descubridores, otro eran piratas, otro sólo construían imitaciones del castillo en la arena del pantano, otro día eran caballeros del castillo y se morían de miedo cuando el caballo les arrinconaba contra la muralla, pero sobre todo reían y gozaban del aire y del sol. A veces se unía a ellos una hermanita pequeña toda pelirroja con trenzas y pecas a la que yo llamaba Pipi;hoy me consta que abandonó las trenzas por este apodo que yo le impuse.

Pasaron los meses del verano y cuando agosto llegó a su fin y ese fatídico día 31 amaneció en el calendario se despidieron hasta el año próximo. Siempre pasa igual en mi pueblo llega el 31 de agosto y los amigos se van, y hasta yo tengo que irme, de nuevo hay que retomar las tareas y dejar la buena vida del verano para reincorporarse a los estudios o el trabajo.

Al año siguiente cuando de nuevo acabó el cole, el amigo volvió al pueblo y otra vez las aventuras continuaron. Así pasaron los años entre juegos y risas de verano, y crecieron y se hicieron adultos, y seguían con sus risas y cuando tenían 20 años hicieron un pacto, si llegaban a los 36 años, ni uno más ni uno menos, solteros, se casarían y vivirían felicies para siempre. He de decir que nunca compartieron un beso ni una caricia, pero sí muchas risas, aventuras y cariño.

Hoy se ha rememorado el pacto, el hada está felizmente casada, él continua soltero, una pena porque merece encontrar un alma gemela, lo que si puedo decir es que de nuevo este día han vivido nuevas aventuras, han reído mucho y han dejado que el aire evocase otros tiempos. Le ha tomado el pelo con su aparente falta de arte culinario y el hada ha replicado alegremente que no es que carezca de ese arte si no que demuestra su sensatez porque ¿para qué usar una cocinera de 7 pudiendo paladear los guisos de una de 10?.

Es bueno reunirse con los amigos de la infancia, te mantiene con los piés en el suelo y te pone la sonrisa en los labios sólo con volver a verlos.

Gracias por volver de vez en cuando.