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Apenas comienza el frío el estornudo aparece en mi naríz, automáticamente las lágrimas acuden a mis ojos. Sí, ya sé, esto ya lo he contado pero es que vuelvo a estar acatarrada. A este paso este año no voy a poder vacunarme.

¡Ay, que penita! no poder disfrutar del sol porque sus rayos hieren mis ojos, y claro coser con gafas de sol como que no, por si no lo sabéis estoy aprendiendo patchwork, y la tarde de los miércoles la dedico a este menester, tengo el dedo índice de la mano izquierda totalmente cosido, falta de experiencia se llama a esto, vamos que parece que en lugar de coser esté en guerra con la aguja, pero he de decir que es muy relajante. La última vez que cosí, tenía 8 años y lloraba gotas de sangre.

En el pueblo asistía a la Escuela Unitaria de Niñas y la maestra, la señorita Blanquita, por la tarde nos obligaba a quedarnos a coser, no se pasaba mal, rezábamos el Rosario, un día cada una y luego ella leía mientras las mayores cosían sus "ajuares" y las pequeñas, como yo, hacíamos divisiones en la pizarra, maldito el día en que mi curiosidad pudo más que mi cabeza y miré a una de las mayores mientras la señorita leía las aventuras de Cholo Contreras, un huerfanito que lo pasaba muy mal el pobre, y claro ella vió que me despistaba de mi división con decimales de un montón de cifras y me llamó a su mesa y me dice ¿pero tú, qué miras tanto la labor si no sabes enhebrar una aguja? Ja, que no, le respondí, y claro tuve que demostrar que no mentía, y ahí empezó mi calvario, hube de olvidarme de las divisiones y las raíces cuadradas y pasar al mundo de las válidas para coser, y empezaron los pañitos de vainicas, festones y un largo etc., hasta que un día tendría 7 años decidió que podía hacer un mantel, ¡madre mía! decir que odio la cruceta desde entonces es poco, lo que yo he llorado con ese mantel que nunca ha salido a la mesa, vamos que se desgracia y a mí me da un periflú, total que tardé dos años en realizar mi única obra de arte y entonces llegó el fin de curso y la maestra y mis padres decidieron que tenía que marchar a Huesca a estudiar y se acabaron las labores de aguja, mis monjas no estaban por la labor de que las nuevas promociones de estudiantes supieran coser más allá de un botón, habíamos de tener otras metas en la vida. Y pasé de coser a las clases de pretecnología donde aprendí a cambiar enchufes y zapatas de grifo. La vida había evolucionado hasta en los colegios de monjas. Es curioso cuando me cambié, un error garrafal, al instituto en 2º de Bup, volví a coser, teníamos una asignatura en la que nos enseñaban a coser faldas, sin comentarios a eso, recuerdo que a la profesora la llamábamos "patrón tipo".

Volviendo al patchwork este fin de semana tengo que dejar relativamente terminado mi cojín-manta porque en teoría el curso termina el miércoles, así que ha de estar listo para la foto. Os abandono y me voy al sol, que mis ojos no son lo que eran y necesito luz natural, ¡la edad que no perdona!. Hoy la labor además de alguna gotita de sangre tendrá también alguna lagrimilla.

Feliz domingo chic@s