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De vez en cuando sientes la necesidad de abrazar y dar un achuchón a una amiga que pasa por un mal momento y que aunque está rodeada de gente más próxima y más importante que tu en su vida, lamentas que la distancia no te permita estar ahí, para no hacer nada, porque no hace falta hacer nada, solo estar.
Por otro lado estoy tranquila porque dado que no puedo hacer nada, que lo que hay que hacer está ya hecho y bien hecho, sólo queda estar aquí toda oídos, dispuesta a escuchar. Pero no es fácil escuchar, no, porque sientes que la rabia te invade y no puedes sacarla de ningún modo, sólo puedes seguir escuchando y poner la otra oreja para seguir atenta. Y si la conversación se interrumpe, porque han llegado visitas, que tienen más suerte que tú y ellos si pueden estar ahí, para no hacer nada, solo apoyar y escuchar, pues te aguantas y esperas a que la línea esté de nuevo abierta y puedas seguir estando ahí para lo que necesite, y procuras no dar muchas vueltas a lo que te han dicho porque no eres fuerte y te das cuenta de lo frágil que es la vida humana, y lo rápido que puedes perder a un amigo, sin haber tenido la oportunidad de haberlo abrazado nunca.