Hace muchos, muchos años, cuando los niños, los papás y los abuelos nos reuniamos en torno a la televisión para ver el festival de Eurovisión, había un pueblecito en el que sólo había un aparato para todos los vecinos, estaba ubicado en una especie de club social, y digo especie, porque en dicho salón sólo había paredes, suelo y allá en la pared del fondo un aparato de televisión sobre un aparador, bajo este un aparador más chiquitín donde estaba el transformador de corriente, creo, y al lado el enchufe.
Los vecinos de este pueblo, llegada la hora del festival, salían de casa cada uno con su silla y se encaminaban en procesión hacia el salón de la tele. Pasaba como en Misa, que cada familia y cada miembro de ella también ,ocupaba un sitio determinado, no había sorpresas, ni novios en las últimas filas, eran los años 60, y las normas eran estrictas al respecto. Yo era muy pequeña, y me acomodaba en una sillón de madera pequeñito, muchos años después mi abuelo regaló otro igual a mi hija, este sigo conservándolo. Continúo; en el salón una vez todos acomodados no se oía ni el vuelo de una mosca, claro que en mayo no hacía calor, jajaja y no había moscas, y en cuanto sonaban las notas musicales del festival de eurovisión, el corazón daba un vuelco porque parecía que estábamos jugándonos algo realmente importante. Siempre decíamos que había tongo en las votaciones, bueno lo decían los mayores, recuerdo que mis tías, adolescentes ellas en aquella época, bebían los vientos por Rafaél o por los cantantes que salían en la tele y yo las miraba embelesada a ellas, con sus minifaldas y sus tacones. La canción que ganaba se escuchaba todo el año y se bailaba en todas las fiestas. Los cantantes se hacían famosos por ganar Eurovisión. Y mis tías y tíos a los pocos días ya tenían el disco de la canción ganadora y sonaría sin fin en su próximo guateque.
Hubo un tiempo en el que el festival de Eurovisión era un acontecimiento nacional. Hoy es un mal festival que no tiene ningún valor, ni por las canciones que se presentan, ni por las votaciones, si escuchas a Uribarri ya sabes qué país vota a quién y hasta el número de votos, y digo yo que si quieren conservar la emoción hasta el final sería mejor llevar a otro comentarista, menos experto, para así dar un pequeño margen de incertidumbre.
Un año más Eurovisión ha pasado sin pena ni gloria, y eso que este año un friki ha saltado al escenario justo cuando cantaba España ¿casualidades de la vida? pues no sé pero Ciges ha cantado dos veces, lo que aún sin ganar le ha situado a la misma altura que la ganadora, una mala versión de niña de Crepúsculo con los labios pintarrajeados de rojo, que aún ando yo dándole vueltas pensando que si esta es la canción ganadora ¿cómo eran las otras?
Buenas noches chicas.
Los vecinos de este pueblo, llegada la hora del festival, salían de casa cada uno con su silla y se encaminaban en procesión hacia el salón de la tele. Pasaba como en Misa, que cada familia y cada miembro de ella también ,ocupaba un sitio determinado, no había sorpresas, ni novios en las últimas filas, eran los años 60, y las normas eran estrictas al respecto. Yo era muy pequeña, y me acomodaba en una sillón de madera pequeñito, muchos años después mi abuelo regaló otro igual a mi hija, este sigo conservándolo. Continúo; en el salón una vez todos acomodados no se oía ni el vuelo de una mosca, claro que en mayo no hacía calor, jajaja y no había moscas, y en cuanto sonaban las notas musicales del festival de eurovisión, el corazón daba un vuelco porque parecía que estábamos jugándonos algo realmente importante. Siempre decíamos que había tongo en las votaciones, bueno lo decían los mayores, recuerdo que mis tías, adolescentes ellas en aquella época, bebían los vientos por Rafaél o por los cantantes que salían en la tele y yo las miraba embelesada a ellas, con sus minifaldas y sus tacones. La canción que ganaba se escuchaba todo el año y se bailaba en todas las fiestas. Los cantantes se hacían famosos por ganar Eurovisión. Y mis tías y tíos a los pocos días ya tenían el disco de la canción ganadora y sonaría sin fin en su próximo guateque.
Hubo un tiempo en el que el festival de Eurovisión era un acontecimiento nacional. Hoy es un mal festival que no tiene ningún valor, ni por las canciones que se presentan, ni por las votaciones, si escuchas a Uribarri ya sabes qué país vota a quién y hasta el número de votos, y digo yo que si quieren conservar la emoción hasta el final sería mejor llevar a otro comentarista, menos experto, para así dar un pequeño margen de incertidumbre.
Un año más Eurovisión ha pasado sin pena ni gloria, y eso que este año un friki ha saltado al escenario justo cuando cantaba España ¿casualidades de la vida? pues no sé pero Ciges ha cantado dos veces, lo que aún sin ganar le ha situado a la misma altura que la ganadora, una mala versión de niña de Crepúsculo con los labios pintarrajeados de rojo, que aún ando yo dándole vueltas pensando que si esta es la canción ganadora ¿cómo eran las otras?
Buenas noches chicas.