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Cuando el día de Viernes Santo pasábamos bajo tu casa en la Procesión y ví tu balcón abierto, no pude evitar unas lágrimas, sabía por tu sobrino que no habías cesado de impartir órdenes y consejos aún desde la cama durante todo el día, que dónde tiene las baquetas, que si se afina así, dile que tenga cuidado con lo de más allá... Las lágrimas volvieron a hacer acto de presencia, con tu sobrino situado detrás de mí no pude evitar mirarle, cuando desfilaban tus compañeros "los romanos" de salida hacia casa a los sones de tu tambor y con el canto de Victoria. Hoy juro, que cuando el cura ha decidido decirte adiós entonando esta canción al final de tu Misa, yo te he escuchado tocar, he visto tu manto y tu casco sobre tí y ya no he podido resistir más. Sé que no seré capaz de ver ese desfile sin que me acuerde de tí y las lágrimas hagan acto de presencia. Ha sido un privilegio conocerte y compartir la vida en el pueblo contigo, lo ha sido doblemente porque celebrábamos contigo el día de tu santo San Demetrio, algo nos faltará este año el ocho de octubre, se nos acaban los Demetrios. Un abrazo y me consta que desde donde estés velarás por nosotros, los tuyos, y por tus romanos, para que sean serios y desfilen con honor.
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